Los niños que presentan una conducta agresiva carecen de la habilidad para una interacción social. Los niños agresivos amenazan verbal y físicamente a los otros niños, se burlan de sus compañeros haciéndoles sentir vergüenza y esperan que se haga como ellos desean.
La agresión es el daño o lesión intencional a otra persona, es difícil discutir si el comportamiento de los niños tiene la intención de lastimar a otros, aun cuando inadvertidamente se las arreglan para hacerlo. En contraste cuando llegan a la edad preescolar, ellos demuestran agresión real, el potencial para la hostilidad verbal, peleas, golpes, patadas y otras formas de agresión cambia conforme los niños crecen.
Al inicio del periodo preescolar, parte de la agresión se dirige a la obtención de una meta deseada, y a consecuencia de esto las pequeñas riñas son parte del inicio de la vida preescolar. Es raro el niño que no muestre por lo menos ocasionalmente un acto de agresión.
En la mayoría de los niños, la cantidad de agresión disminuye conforme avanzan a través del periodo preescolar, lo mismo que la frecuencia y duración promedio de los episodios del comportamiento agresivo.
La agresión es una característica relativamente estable; los preescolares más agresivos tienden a serlo también durante los años escolares, mientras que los preescolares menos agresivos lo son también en los años escolares.
Por lo general, los niños muestran mayores niveles de agresividad física e instrumental, la cual está motivada por el deseo de obtener una meta, que las niñas, esto no quiere decir que las niñas no sean agresivas, ellas pueden llegar a ser igual de agresivas que los niños, pero de forma diferente ya que las niñas tienen más posibilidades de practicar la agresividad relacional, agresión que no es física pero pretende lastimar los sentimientos del otro, por medio de apodos, retirando la amistad o simplemente diciendo cosas hirientes que hacen que la persona atacada se sienta mal.
Algunos factores que influyen la agresión son: la exposición directa o indirecta a ella, cuando el ambiente familiar es estresante con padres abusivos quienes maltratan a los niños o que el vecindario sea violento; biológicos (temperamento); o el no tener control sobre sus emociones, algunos niños muestran su enojo de forma agresiva.
Negativismo
La agresión es el daño o lesión intencional a otra persona, es difícil discutir si el comportamiento de los niños tiene la intención de lastimar a otros, aun cuando inadvertidamente se las arreglan para hacerlo. En contraste cuando llegan a la edad preescolar, ellos demuestran agresión real, el potencial para la hostilidad verbal, peleas, golpes, patadas y otras formas de agresión cambia conforme los niños crecen.
Al inicio del periodo preescolar, parte de la agresión se dirige a la obtención de una meta deseada, y a consecuencia de esto las pequeñas riñas son parte del inicio de la vida preescolar. Es raro el niño que no muestre por lo menos ocasionalmente un acto de agresión.
En la mayoría de los niños, la cantidad de agresión disminuye conforme avanzan a través del periodo preescolar, lo mismo que la frecuencia y duración promedio de los episodios del comportamiento agresivo.
La agresión es una característica relativamente estable; los preescolares más agresivos tienden a serlo también durante los años escolares, mientras que los preescolares menos agresivos lo son también en los años escolares.
Por lo general, los niños muestran mayores niveles de agresividad física e instrumental, la cual está motivada por el deseo de obtener una meta, que las niñas, esto no quiere decir que las niñas no sean agresivas, ellas pueden llegar a ser igual de agresivas que los niños, pero de forma diferente ya que las niñas tienen más posibilidades de practicar la agresividad relacional, agresión que no es física pero pretende lastimar los sentimientos del otro, por medio de apodos, retirando la amistad o simplemente diciendo cosas hirientes que hacen que la persona atacada se sienta mal.
Algunos factores que influyen la agresión son: la exposición directa o indirecta a ella, cuando el ambiente familiar es estresante con padres abusivos quienes maltratan a los niños o que el vecindario sea violento; biológicos (temperamento); o el no tener control sobre sus emociones, algunos niños muestran su enojo de forma agresiva.
Negativismo
La negatividad se considera como un factor constitutivo del temperamento del niño, que expresa vulnerabilidad del niño.
El trastorno negativista desafiante (TND), es un patrón de desafío, desobediencia y hostilidad hacia las figuras de autoridad. Los niños pelean, discuten, pierden los estribos, roban cosas, culpan a otros, están enojados y resentidos; y por lo general, prueban los límites de paciencia de los adultos. Presentan actos agresivos y antisociales como ausentismo escolar, mentiras, peleas, etc.
El negativismo es una forma de conducta resistente, exagerada (concominantes emocionales de la autoafirmación infantil).
Es una combinación de autoafirmación, autoprotección y resistencia a una presión excesiva. Cuando a un niño le cuesta trabajo que sus deseos encajen en una sociedad, se pone caprichoso, terco y rebelde.
El negativismo queda agravado por el hecho de que los adultos no se dan cuenta de que el niño tiene deseos que son importantes para él, y le es difícil hacer cosas y adaptarse a hacerlos para otros y en el momento en que se lo piden.
El negativismo es producto de las situaciones sociales. Se produce como resultado de una disciplina agresiva o una actitud intolerante hacia la conducta infantil normal, generalmente a aparece una conexión con la rutina, cuando un niño se niega a recibir las ordenes de los adultos y, también cuando se encuentra en una situación con extraños.
Entre más frustrado quede el niño por la interferencia de un adulto, más negativa será su conducta. Cuando la educación es inconsecuente, los niños aprenden que la resistencia es su mejor defensa en contra de una educación errática.
Esta conducta comienza a los 18 meses de edad y alcanza su máximo entre los 3 y 6 años. La declinación del negativismo deriva de las influencias sociales, por una parte, el niño se da cuenta de que le conviene ceder y, también a que los adultos aprendan a respetar los deseos de los niños. El negativismo se puede considerar como una conducta “normal”, si en algún momento no se presenta esta conducta, es razón para creer que es letárgico o físicamente inferior, o bien que su medio sea tan controlado de modo artificial con el fin de evitar que el niño se encontrara en dificultades.
En los niños pequeños se puede expresar con una tensión física, pretensión de oír o entender y actos de autoafirmación. Los niños extremadamente negativos pueden retener la respiración hasta ponerse azules, vomitar, negarse a orinar o a comer; se asocia a “pataletas” y caprichos.
Padres y maestros consideran el negativismo como una molestia, sin embargo, tiene gran importancia en el desarrollo social del niño, ya que puede considerase como uno de los signos de potencialidad para una buena adaptación social.
El trastorno negativista desafiante (TND), es un patrón de desafío, desobediencia y hostilidad hacia las figuras de autoridad. Los niños pelean, discuten, pierden los estribos, roban cosas, culpan a otros, están enojados y resentidos; y por lo general, prueban los límites de paciencia de los adultos. Presentan actos agresivos y antisociales como ausentismo escolar, mentiras, peleas, etc.
El negativismo es una forma de conducta resistente, exagerada (concominantes emocionales de la autoafirmación infantil).
Es una combinación de autoafirmación, autoprotección y resistencia a una presión excesiva. Cuando a un niño le cuesta trabajo que sus deseos encajen en una sociedad, se pone caprichoso, terco y rebelde.
El negativismo queda agravado por el hecho de que los adultos no se dan cuenta de que el niño tiene deseos que son importantes para él, y le es difícil hacer cosas y adaptarse a hacerlos para otros y en el momento en que se lo piden.
El negativismo es producto de las situaciones sociales. Se produce como resultado de una disciplina agresiva o una actitud intolerante hacia la conducta infantil normal, generalmente a aparece una conexión con la rutina, cuando un niño se niega a recibir las ordenes de los adultos y, también cuando se encuentra en una situación con extraños.
Entre más frustrado quede el niño por la interferencia de un adulto, más negativa será su conducta. Cuando la educación es inconsecuente, los niños aprenden que la resistencia es su mejor defensa en contra de una educación errática.
Esta conducta comienza a los 18 meses de edad y alcanza su máximo entre los 3 y 6 años. La declinación del negativismo deriva de las influencias sociales, por una parte, el niño se da cuenta de que le conviene ceder y, también a que los adultos aprendan a respetar los deseos de los niños. El negativismo se puede considerar como una conducta “normal”, si en algún momento no se presenta esta conducta, es razón para creer que es letárgico o físicamente inferior, o bien que su medio sea tan controlado de modo artificial con el fin de evitar que el niño se encontrara en dificultades.
En los niños pequeños se puede expresar con una tensión física, pretensión de oír o entender y actos de autoafirmación. Los niños extremadamente negativos pueden retener la respiración hasta ponerse azules, vomitar, negarse a orinar o a comer; se asocia a “pataletas” y caprichos.
Padres y maestros consideran el negativismo como una molestia, sin embargo, tiene gran importancia en el desarrollo social del niño, ya que puede considerase como uno de los signos de potencialidad para una buena adaptación social.
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